Escalar cada montaña

Una rotaractiana se interna en su país nativo, Uganda, con un equipo de vacunación contra la polio como parte de la película más reciente de realidad virtual de Rotary, Dos gotas de Paciencia

Los trabajadores sanitarios deben tener una gran pasión por lo que hacen. Enfrentan muchos desafíos para llevar la vacuna contra la polio a todos los niños. 

Descubrí esto cuando viajé a una comunidad montañosa en la frontera entre Uganda y Kenia, a 200 millas de mi casa en Kampala, para unirme al equipo de vacunación. El solo hecho de llegar a los hogares fue un desafío, y ni qué hablar de convencer a los padres para que nos permitieran entrar. Tuvimos que estacionar los autos, cargar nuestras heladeras con la vacuna contra la polio guardada cuidadosamente entre paquetes de hielo y continuar a pie, caminando sin parar. No es fácil usar las manos para mantener el equilibrio al escalar y al mismo tiempo cargar con esa heladera pesada. Nos encontramos con muchos arroyos y ríos, y a veces tuvimos que saltar por encima del agua o caminar en ella. 

A veces debíamos caminar durante 30 minutos hasta llegar a cada casa, porque no están cerca unas de otras. Eran caminos solitarios y tenebrosos, entre árboles y rocas. El desafío era llegar lo más lejos posible, teniendo en cuenta cuánto tiempo nos llevaría regresar. Si caminábamos tres horas para llegar a una casa, debíamos asegurarnos de contar con tres horas para regresar antes de que oscureciera. Y todo eso con la posibilidad de no encontrar a ningún niño en esa casa y de tener que regresar otro día.

En un momento tuve que sentarme. Me dolían los pies. Me había quemado con el sol (y, hasta ese viaje, nunca había pensado que la gente negra podía quemarse con el sol). 

Pero teníamos que seguir adelante para salvar vidas.

He estado participando en Rotaract por un par de años, pero nunca había hecho algo como esto. Mi madre, Margaret Okello, es socia del Club Rotario de Kampala Naguru. Ella vio que yo tenía un poco de energía que podría usar para algo más productivo. Entonces, sugirió que me afiliara a Rotaract, y así lo hice en 2016 cuando tenía 21 años. Mi club participa en un proyecto para adoptar una aldea en Gulu en el norte de Uganda, una zona que vivió 20 años de conflicto armado. He estado allí dos veces. Y nuestro club recolecta dinero para la erradicación de la polio. 

Sabía acerca de la polio. Había visto víctimas de esa enfermedad. Me habían vacunado. Sin embargo, es extraño… Es algo de lo que uno escucha hablar, pero no se da cuenta realmente de su magnitud. Encontré una oportunidad de hacer algo más para ayudar a erradicar esta enfermedad a través de uno de mis amigos, Fred Masadde, quien es socio del Club Rotario de las Islas Kampala Ssese y coordinador de la imagen pública de Rotary. Decidí participar. 

En noviembre de 2017, me reuní en Kampala con el equipo de filmación que documentaría el esfuerzo de vacunación contra la polio en la película más nueva de realidad virtual de Rotary. Tuve que pedir una semana de licencia en la Sociedad del Cáncer de Uganda, donde trabajo para conseguir donantes y fondos para ayudar con las actividades del programa. Alquilamos un avión para ir a la ciudad de Moroto, que se encuentra muy arriba al nordeste de Uganda, al pie del Monte Moroto. Allí, nos encontramos con gente del Unicef y del gobierno local, además de rotarios y rotaractianos, quienes habían manejado durante tres horas desde la ciudad de Soroti y también iban a administrar gotas de la vacuna. Como no hay un club rotario en esa parte del país, los rotarios de Soroti a veces realizan campamentos médicos en ese lugar.

Teníamos otra hora de viaje hasta Tapac, la comunidad de la montaña donde debíamos trabajar. Nunca antes había estado en esa parte del país… está a más de ocho horas en auto desde mi casa. Estaba sorprendida. Solo había visto lugares como ese en las películas y en documentales de televisión. 

La pobreza era abrumadora. Las chozas de paja en las que vive la gente son construidas por las mujeres; los hombres se ocupan del ganado. Las mujeres cosechan pasto alto y lo secan, y luego lo atan en fardos. Algunas de ellas usan los mosquiteros que recibieron para prevenir la malaria para atar sus cosas. Algunas casas están elevadas sobre estacas y el ganado de la familia se guarda debajo de la casa. Las puertas son tan pequeñas que no se puede entrar caminando, sino que hay que gatear.

El centro de salud se encuentra en el cerro. Es realmente pequeño y la gente llega desde lugares lejanos. No hay electricidad en esa zona, pero afortunadamente alguien donó paneles solares para que funcione el refrigerador, ya que la vacuna contra la polio se debe mantener fría. Una enfermera nos enseñó allí sobre la cadena de frío y cómo colocar la vacuna en las heladeras, y nos explicó cómo administrarla sin contaminar el frasco: se debe sostener el gotero por encima de la boca del niño, sin hacer contacto. 

Entonces fuimos a una de las casas para adquirir un poco de experiencia práctica. Cuando me llegó el turno, estaba temblando. Me preocupaba cometer un error y dejar caer más de dos gotas. Es como cuando uno pestañea al tratar de ponerse gotas en los ojos. ¡El bebé no deja de moverse! Así que puede ser complicado. Aprendimos a sostener la boca del niño para que quede abierta, apretando suavemente las mejillas juntas. Hay que sonreírle y cantarle. Uno no puede venir con cara seria; hay que lograr que el niño se sienta cómodo. Y, por supuesto, la madre ayuda a mantener al niño calmado. 

Subimos a la montaña al día siguiente para vacunar, pero primero el equipo de filmación necesitaba hablar con la gente para contarle lo que iba a suceder. Imagínate estar en un lugar donde rara vez hay visitantes y luego ver en el cielo ese dron con cámara. La gente saldría inmediatamente a preguntar qué está pasando. 

Y como el gobierno ha tratado de desarmar a los habitantes de la zona (que tiene un historial de conflictos violentos entre tribus, frecuentemente relacionados con el saqueo de ganado), ellos sospechan de todo el mundo. La gente se viste de manera diferente y se arregla el pelo también de manera diferente, así que se puede distinguir a un forastero desde la distancia. 

No sabíamos que, según los habitantes de ese lugar, nadie debe treparse a los árboles ni sentarse sobre las piedras. Les tienen gran respeto; los consideran sagrados. Se enojaron con nosotros porque pensaron que los estábamos provocando. Es por esto que, cuando uno visita otros lugares, se debe familiarizar con la comunidad. Porque ¿quién podría pensar que sentarse sobre una piedra fuese algo malo? 

Siempre nos movilizamos con la enfermera porque la gente la conocía y ella hablaba el idioma Ng’akarimojong. Teníamos que decirle a la gente por qué es importante recibir la vacuna contra la polio. Un padre me preguntó si quería matar a su hijo o si este era un método de planificación familiar. Tuvimos que pasar bastante tiempo con él. 

Conocí a un hombre en Tapac que había quedado lisiado por la polio. No puede correr. No puede caminar. Solo puede gatear. Cuando llueve, el agua baja por la montaña arrastrando piedras y lodo. Él trata de hacerse a un lado lo más rápido posible. Pero a veces queda atascado. Imagínate ser un adulto y que te golpeen las piedras y el lodo. Cuando lo conocí, me di cuenta de que las sillas de ruedas no ayudan en un lugar como ese. Las sillas de ruedas no te suben a la montaña. Se necesitan piernas.  

Cuando comenzamos a hacer la película, me concentré en lo que íbamos a filmar. Pero eso cambió cuando di mi primera vacuna. Me sentí una heroína. Fue satisfacción saber que probablemente había cambiado una vida. Sentí que había hecho algo muy importante. Había prevenido que alguien se enfermara. Le había dado a alguien una oportunidad. Sentí que la acción de esas dos gotas cambiaría una vida. 

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Rotary International | Nov. 4, 2024